La finalidad es repeler o destruir las plagas que pueden afectar a las plantas o la salud de las personas. En el ámbito de la agricultura, el uso masivo de plaguicidas en fumigaciones se produjo a partir de la década de 1980, cuando se desarrollaron productos de gran efectividad y costo reducido.
Esto permitió comenzar a proteger los cultivos de una manera más eficiente. Sin embargo, en el largo plazo, el uso intenso de estos biocidas provoca daños en el medio ambiente e incluso hace que las plagas se vuelvan resistentes. La fumigación también es una práctica habitual en el entorno urbano. En casas y edificios, es necesario fumigar para lograr la eliminación de plagas que pueden ser vectores de enfermedades, como es el caso de las cucarachas y las ratas. A nivel comercial, especialmente aquellos establecimientos que expenden alimentos, el estándar internacional indica que deberían realizar una fumigación mensualmente y así evitar la infestación de chiripas, cucarachas y roedores que puedan contaminar la mercancía, causando daños a la salud al tiempo que producen perdidas económicas para el negocio.
Por otra parte, las autoridades deben encargarse de la fumigación de espacios públicos (parques, plazas, etc.). Esta acción es fundamental para combatir enfermedades, infecciones como el dengue y la fiebre amarilla, que son transmitidas por mosquitos. Es importante resaltar que la acción en sí misma de fumigar puede causar daños a la salud. Es por ello que el aplicador debe protegerse con equipos especializados. Si por alguna razón tiene que fumigar por cuenta propia, lea las indicaciones del producto y siga las recomendaciones del fabricante.